CRITICAS
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La Tumba de Drácula (1985)

por en 26 mayo 2020
FICHA TÉCNICA
 
TÍTULO ORIGINAL:

The tomb of Dracula a.k.a. Yami no Teiô Kyûketsuki Dorakyura

PAÍS:

Japón

DURACIÓN:

89 minutos

 

Vamos a visitar una leyenda en Internet, el que se considera el anime más cutrongo de todos los tiempos, la adaptación de 1980 por Toei Animation de la serie de cómics “The tomb of Dracula” de Marvel. Como se verá, comprimir el guion de 80 números en hora y media hace que indefectiblemente se queden muchos pelos del gato en la gatera, luego al pobre gato casi calvo se le retuerce inmisericordemente a la japonesa y finalmente se le vuelve a estrujar al traducir los delirios nipones a un lenguaje occidental y vemos que, al final, más que un gato nos queda un burrodáctilo tuerto. Así que adelante con…

Pasemos a presentar a los protagonistas de la historia:

Drácula. El glorioso vampiro que proviene de Transilvania. En la versión japonésida viene dibujado con colmillos superiores e inferiores, algo extraño, pero vistos los delirios que han de venir lo dejaremos en una curiosidad anatómica. Más raro es que en su juventud tuvo esposa e hijos y ahora, con una provecta edad, el casi inmortal monstruito sigue enamorando damas y dejándolas preñadas. A mí se me hace que más que en la historia de Bram Stoker se basaron en Julio Iglesias.

Dominique. Una joven que llevaba una vida depravada. Iba en moto, bailaba y se tomaba copitas de vino (¡con tíos!). Como es lógico eso hizo que acabara yendo a misas negras y ofreciéndose como esposa de Satán, pero por cosas de la vida acaba siendo la “cónyuga” de Draculín y dándole un hijo que se llama Yelas. Tras ese comienzo, el resto de la peli se lo tira gimoteando a moco tendido.

El trío cazavampiros. Compuesto en primer lugar por el profesor Quincy Harker, un abuelete que va en silla de ruedas pero que te convierte en un pincho moruno al menor descuido. Luego tenemos a Rachel van Helsing, una dama que, como el profesor, es descendiente de legendarios cazavampiros, alérgica a los muerdos, moza de gran empuje y hábil tiradora con ballesta. Y por último está Frank Drake, descendiente de Drácula cuando aún no era vampiro; domina el arte ninja, sufre repetidos ataques de risa tonta y odia a muerte a su vampiresco ancestro, por ello se une al grupo cazavampiros siempre que le paguen cien mil dólares de vellón o le dejen refocilarse a la Rachel (una de dos).

Cierra el grupo un perrote de nombre “Dios blanco”, un chucho criado en una iglesia y que bebe agua bendita, por eso se supone que rastrea demonios y vampiros muy hábilmente.

Satán. Una deidad maligna, malévola, malvada y malosa. Anda a la búsqueda de esposa, y que se la manguen le mosquea enormemente. Tampoco le gusta nada llevar pantalones.

Intentará llevar a cabo su magna venganza contra Drácula, pero en los infiernos aplican el refrán, “Deja para el año que viene lo que puedas hacer hoy”.

Yelas (Janus). Hijo de Drácula y Dominique. Un bebé de vida agitada al que asesinan cuando le llevan a bautizar por el rito satánico. Luego es resucitado por Dios en forma de Rambote rubiales para acabar con su papá, aunque Dios debe ser bastante manta porque su papi se le escapa una y otra vez, y al final vuelve a ser un tierno bebecito en brazos de su mami.

Luego tenemos una colección de curiosos secundarios, Lupeski y sus cultistas satánicos que no saben salir de un embotellamiento de tráfico, Dios en persona, Layla la vampiresa discotequera, Mallisa la ex esposa draculera rebeldona y hasta un vampiro costroso de quinta regional de nombre Lord Torgo o Todo, que cuenta con un montón de súbditos vampirescos aún mas costrosos.

 

LOS RITOS ANORMALES DEL DIABLO

Empezamos el rollete con la creación del Universo. El narrador nos suelta el habitual rollo patatero en toda película cutronga, sobre el bien, el mal y la subida del tabaco, que sólo sirve para despistar al avezado espectador. Luego veremos unas cuantas gárgolas y directamente pasamos al gótico y tabernario paisaje de Boston.

Un paseo por el barrio medieval de Boston.

Un coche se acerca a una iglesia sumida en tinieblas, dentro de la capilla hay unos adoradores de Satán que contemplan cómo los recién llegados piden disculpas por el retraso y argumentan que había unos atascos de tráfico de tres pares de cojones. Aparecen unos escoplos y martillos y se ponen a picar en el suelo un pentagrama diabólico.

La sesión de tallado en piedra normal antes de todo culto satánico.

¿Antes de una misa negra hace falta labor de albañilería? Se me hace que este culto satánico es de lo más pedestre. En fin. Después de la obra comienzan las invocaciones diabólicas, la cosa va de ofrecerle a Satán una concubina.

Los presentes recitan en inglés: “Desando acamanita, semení, semená”, que en la traducción española es: “Lagosata cabiolas, cacueto fabiolas, saluloya”. Recitando esas soplaboyeces no es de extrañar que Satán pase de presentarse y que en vez de él aparezca Drácula rompiendo una cristalera. Que es un vampirete y no Satán el que entra está muy claro para el espectador, no tanto para los satanistas que siguen enfrascados en sus “saluloyas” y que no se enteran de la misa la media (literalmente).

Salmodiando “cacuetos” asazmente ensimismados.

Nos cuenta el narrador inglés que Drácula ha venido a satisfacer sus “unholy desires” (los deseos mas bajunos), el narrador en español guarda al respecto un respetuoso silencio. Drácula agarra a la chica como si fuera un lechuzo cazando ratones y se la lleva volando. De todas formas, con la cantidad de titis que hay en el mundo, ir a satisfacer los bajos instintos chorizándole la moza a Satán es tenerlos muy bien puestos. Me quito el sombrero ante Don Drácula.

Hala pa casa, que tengo unas recetillas de Arguiñano pa probar.

Más tarde ya en casa, Drácula intenta atacar la yugular de Dominique, pero algo se lo impide, y tras echar unas pestes va a saciar su sed con otras víctimas. Podremos observar que la primera víctima al sufrir el mordisco de Drácula se convierte en la Pitufina.

Dominique en la Thermomix.

La posterior víctima pitufinizándose.

WEEL CHAIR KUNG FU

El segundo de los ataques de Drácula es contemplado por un borrachuzo, que luego lo cuenta a la reportera de un canal de la tele. Dicho reportaje es contemplado en una cantina. Uno de los parroquianos nos informa que para vampira su ex mujer, que le saca la sangre con la pensión compensatoria; otra vez eso ocurre en la versión inglesa, en la española hace un juego de palabras con que el vampiro se da el piro o algo asín. Pero da igual, los demás parroquianos ríen entusiasmados.

En la tasca, viendo las noticias en el microondas.

Suenan risas y el teléfono. “Frank Drake, al teléfono por favor, que le llaman”, suelta el cantinero. El tal Frank acude al teléfono y una voz femenina le cita en el parque, el caballero se niega pero la voz le informa que conoce que su verdadero apellido es ¡Drácula!

La cita en el parque se realiza y acuden nuestro cenutrio Frank, un abuelete en silla de ruedas, y una jovencita rubiales. Solicitan a Frank que se una al grupo de cazavampiros y a este le da la risa floja. Tamaña ofensa sólo puede ser lavada con sangre, así que el abuelete saca un espadón camuflado en un bastón y empieza a soltar mandobles a fin de convertir a Paco Drake en un pincho moruno.

¡Empuja Lucera, que ya casi le trincho!

La ridiculez del enfrentamiento, mientras un abuelo cebolleta lanza espadazos, la rubiales empuja con la lengua fuera la silla de ruedas y el Frank da saltos de 4 metros de altura esquivando el acero en el aire es épica, y todo ello va acompañado de un solo de bongo. Hay que verlo para creerlo.

Frank,  con hábiles maniobras ha conseguido agarrar al abuelo del cogote e intenta descoyuntar a su agresor y este se declara muy contento de comprobar que el acogotador domina las artes marciales y pasa a contar la historia de sus ancestros. Jonathan Harker, su papá, y el bisabuelo de la jovena, Abraham Van Helsing, murieron intentando dar matarile a Drácula. Para terminar de convencerle ofrecen al neófito 100.000 dólares, pero este prefiere dar besitos a la niña, lo que provoca que esté a punto de morir ensartado a ballestazos.

Pero con lengua chatina.

Otro diálogo para merluzos más y termina la escena. Entra “Dios blanco”, un chucho, según nos cuentan,  capaz de olfatear y rastrear vampiros como si fueran chorizos de cantimpalo. Eso se consigue dándole de beber agua bendita. El can es el cuarto miembro del grupo cazavampiros.

El ojo del perro, como otro ciento de cosas en esta peli, brilla en la oscuridad mientras suena un enigmático “chiuuuuu”.

Mientras tanto, en la Iglesia Satánica, el líder del culto se arrodilla en el altar. Está un poco mosca porque su señor pasa de él después de recibir su regalo. Siguen con sus invocaciones y ayva, esta vez sí que se aparece Satán y además está muy cabreado. Agarra a su cenutrio adorador y le pega un rapapolvo flamígero; es normal si te despiertan de una placentera siesta y encima te han robado a la chica. La escena concluye con una promesa de sangrienta venganza, para el año que viene.

“¡Mi venganza sobre el mangui de mi novia será terrible, inmarcesible, horrible, temible, infalible, tangible y tremebundible! Después de otra siesta, claro.”

Luego vemos al grupo de alegres cazavampiros majaretos, liderados por un primo de Scooby Doo que supuestamente puede olfatear el mal; detrás van tres individuos armados con rifles, ballestas y espadones, a plena luz del día van paseando de acá para allá. Están un tanto cabreados porque no hay ni rastro del vampirete. Y es que,  con el buen día que hace, les debe resultar extraño que Drácula no haya salido a dar un saludable paseo y carbonizarse un poco con la luz del Sol.

Aunque más extraño es que la policía no detenga a este grupete de lunáticos y los mande a un manicomio.

El grupo regresa a su cuartel general y mientras Frank echa la culpa al chucho, diciendo que es un soberano inútil, sale en su defensa Harker, mostrándonos un mapa con un esquema de los últimos ataques de Drácula, y sale el dibujito de un vampiro, con lo que se puede decir que Drácula no sólo es un sangriento asesino, además el canalla aplica a sus villanías un cierto choteo artístico.

Mapa de las fechorías de Drácula a lo largo de “Brookline”, Boston.

BAUTIZO POR EL RITO SATÁNICO

Y con un salto en el tiempo nos vamos a época navideña. Ahora sabemos que entre Dracula y la chica ha nacido el amor, y por eso no era capaz de morderla. Al amor ha seguido el consecuente refocile y Dominique ha dado a luz al nuevo hijo de Drácula. Este aprovecha para confesarse a la parturienta. Mira niña no soy Satán, en realidad soy un vampiro de Transilvania. Yo era un gobernante la mar de majete, en una tierra feliz. Mis enemigos estaban emperradillos en eso de conquistarnos, así que se sucedieron mil batallas y yo por aquello de que nos dejaran en paz, a falta de señales viarias de la DGT, decidí empalar a un montón de cenutrios en las vías de acceso a mi feudo como aviso.

Equivale a un “prohibido aparcar en doble fila”.

Mis enemigos se cabrearon un tanto, y tras fieras batallas los muy cenutrios acabaron conmigo. Pero un día, Satán me resucitó y me convirtió en chupasangres, y encima me puso este traje de luto y la capa.

Dominique no se sorprende ni se asusta, ya se había dado cuenta de que su actual esposo no es Satán, y para celebrar el nacimiento y su actual amor salen de compras y de paseo romántico por el parque bien enfundados en sus respectivos uniformes satánicos, y  nadie se asusta ni se sorprende al cruzarse con tamaña parejita. En Boston deben celebrar Halloween los 365 días del año.

Véase a la pareja mirando escaparates en Boston, embutidos en informales capas sport satánicas de entretiempo.

Mientras el comando de pirados sigue su vampiresca búsqueda, en casa de los Dracúlez reciben un mensajito, les invitan al bautizo satánico de su nuevo hijo. La mamá anda un poco mosca, porque a fin de cuentas un culto satánico tiene una cierta tendencia a hacer cosas malvadas, pero Drácula le tranquiliza diciéndole que es importante presentar al niño en sociedad. La familia Drácula acude a la Iglesia satanesca, seguidos de cerca por el cuarteto cazavampiros.

Por supuesto acuden en carro tirado por caballo, por aquello de pasar desapercibidos.

Al entrar en el templo, puertas y ventanas de acero se cierran de golpe, y surgen crucifijos luminosos que también hacen “chiu chiu”. Era una trampa.

El líder del culto, dispara un pistolón cargado con una bala de plata a Drácula. Este se desvanece y por accidente la bala mata a su hijo. El cabreo del príncipe de los vampiros es antológico, casi como Hulk el día que le vendieron preferentes de Bankia. Mata al asesino de su retoño y arranca columnas lanzándolas de acá para allá destruyendo el edificio.

¡Como pille al que ha subido la edad de jubilación, groarrrrr!

Aprovechando la coyuntura, el grupo cazavampiros entra en escena. Es hora de sacar partido a los meses de entrenamiento antivampiresco, y con proverbial inutilidad atacan a Drácula, que les derrota fácilmente en un decir “esternocleidomastoideo”.

Aunque con esa capa antiflechas, cualquiera puede.

Cuando se prepara para matar a Drake, a Harker, a la Helsing y al chucho meapilas, se oye un grito. Es Dominique, que dice a Drácula que no quiere ya más muertes. Atendiendo los ruegos de su pareja sentimental, Drácula se va zumbando y se pierde en la noche. Con la crisis del ladrillo ha de mudarse a vivir en una cueva.

 

SEDUCIENDO A CULAZOS

La siguiente escena nos traslada ahora a las góticas y brumosas calles adoquinadas de Nueva York. Dentro, una horterísima discoteca donde se moriría de asco hasta Travolta, un gigolón tronchaberzas usa sus técnicas de seducción, le arrea un culazo a una hermosa jovencita que baila sola.

La niña exhibiéndose en medio de la pista.

El gigoló atusándose al modo gatuno antes de atacar.

El culazo seductor.

La niña por supuesto cae presa de sus artimañas y al cabo de unos segundos ya están en un descapotable dándose un voltio pre-polvete. Ya sabéis, dejad de acudir a las clases de seducción y quemad vuestros ejemplares de “Cómo jincárselas a todas”. Un buen culazo a tiempo es lo único que necesitáis para triunfar en la noche. 

Merece la pierna ver la escena en su enteritud.

Por la radio se anuncia que ha habido ataques de algún vampiro. Él, con ganas de vacile le dice a la chica que es un vampirete y se la va a comer, la chica sufre un susto morrocotudo y él sigue con el vacile. Pero va y resulta que la vampira es ella, y el mundo se libra de un ligón tuercebotas.

Pichurrín mío, hora de cenar.

Pasamos a Dominique, que llora ante la tumba de su hijo. Tiene motivos para hacerlo, no sólo porque el niño esté muerto, sino también porque, con cierto recochineo, alguien decidió enterrar al churumbel con “sus meados”.

“Janus rest in peaee”; sí “descansa en pis”, más o menos

La madre está decidida a suicidarse al no tener ya motivos para seguir viviendo.

Con una certera estocada en la barbilla, por lo que parece.

De repente interviene Dios, exhuma al bebé, le devuelve a la vida y lo convierte en un mocetón rubiales de unos treinta años, asazmente musculado y con traje de súper héroe. Las referencias a Marvel ya estaban tardando en aparecer.

Yelas transmutándose en Súper Yelas.

Drácula, que está metido en una cueva echando una siesta ve un resplandor, y con una capacidad deductiva digna del mejor Holmes concluye que Dios se ha puesto a mariconear y ha resucitado a su hijo muerto para que le destruya.

Más emocionantes pasajes siguen en la narración. La confesión de la depravada vida de Dominique quien, por ir en amoto, acaba echándose en los brazos de Satán.

Sigue un enfrentamiento entre Drácula y Súper Yelas, del que el vampiro escapa por poquito.

Súper Yelas asando con un rayo de luz celestial a Drácula, aunque más bien parece que un Yelas, al que Dios se le ha olvidado quitarle los dodotis después de transfigurarlo, está echándole la pota encima a su papito.

DRÁCULA YE-YÉ

Y para rematar el asunto, llega la cruel y pérfida venganza de Satán, que convierte a nuestro príncipe de los vampiros en un tuercebotas normal y corriente, completamente desvampirizado.

Drácula sale por patas en dirección a Nueva York, allí espera que la vampiresa de la discoteca, que se llama Layla, restaure sus poderes a base de mordiscos. Pero de mientras, el hambre achucha y Drácula se ve obligado a mangar carteras para saciar la gazuza en un “Restaurant King, Discobar” a base de hamburguesas.

¿Se puede sodomizar aún más a este mítico personaje?

Los cazavampiros han llegado también a Nueva York y descubren al inocuo Drácula vagando por las esquinas. Es su oportunidad para matarle, pero se contienen, podrían acusarles de asesinato, ya que es un tipo normal y corrientucho. La policía sólo pasa de ti si te limitas a cargarte vampiros.

Pasemos al piso nidito de amor – cenáculo de la vampira Layla. Ella está en la ducha en pelota picada mientras su futura cena admira sus morbideces.

Pero que conste que este despelote lo justifica el guion.

Drácula asoma y tras soltar un par de rijostios al mirón, pide a la vampira que le muerda y le devuelva a su vampirismo. Layla sale de la ducha totalmente vestida con un espantoso traje de súper vampira, con corona y todo. La chica está cabreada porque le han jodido la cena y dice a Drácula que “y un huevo de pato” y sale volando por la ventana.

Típica bata de ducha vampiresca.

Ya en la calle, Drácula decide volver a casa, a Transilvania, con la esperanza de encontrar a un vampiro que restaure sus poderes. Por suerte, los cazadores de vampiros están al acecho con el escuchómetro puesto y deciden viajar ellos también, por si las moscas.

Drácula ya aparece en su ciudad natal. Va al cementerio y desentierra el cadáver de su antigua esposa, que por cierto está la mar de cochambroso y azulón. Después la despierta y ruégola que le muerda, pero otra vez va a ser que tururú.

Que te chupe la yugular Rita la mordedora, majete.

Los vampiros tienen nuevo jefe, y allí Drácula no pinta una mona. De repente, el cementerio se convierte en una fotocopia de Thriller con vampiros saliendo de sus tumbas para darle a Drácula canela fina.

Drácula, perseguido por sus ex súbditos, que reclaman el fin del expolio fiscal a Transilvania.

Sigue una feroz lucha con unos niños que pasaban por allí incluidos, y Drácula tiene que usar una cruz, la cual debe haber sacado directamente del horno fundidor, ya que al principio le quema las manos (¿pero no era ya un gachó normal?), pero que se revela muy útil para reducir a cenizas a los vampiros que le rodean.

Esta peli ya está completamente desmadrada.

Como culminación de la dramática pelea, el nuevo príncipe vampiresco Lord Torgo arrincona y le da una ronda de varazos a Drácula. Cuando parecía que ya estaba todo perdido, Drácula acaba con su enemigo literalmente sonándole los mocos con su mano derecha, que tenía las marcas de las quemaduras de una cruz.

¡Moooc, moooc!

Al parecer eso basta para volver a convertirle en líder de los chupasangres y devolverle su naturaleza de ultratumba. Tras eso, contento, se va a su castillo a echarse una siestecita.

Dándose cuenta de que sus estrategias anteriores han fracasado completamente, Harker decide usar su plan secreto para derrotar a Drácula de una vez por todas. Sigue a Drácula a su castillo y los dos se preparan para la batalla final. Desafiando la lógica y el conocimiento médico, Harker se levanta de la silla de ruedas blandiendo una espada. Se ve que iba en silla de ruedas porque era un poco comodón y vaguete. Drácula salta sobre él y la luchan.

“Hala, que ya me he cansado de las putas ruedecitas”

Harker, casi derrotado, usa un arma secreta, un pincho de plata que llevaba camuflado como radio de su silla de ruedas, con el que ensarta el corazón de Drácula. El conde se mosquea por haber sido rebanado con un truco tan barato y salta de nuevo para acabar con el ex paralítico, pero Harker se guarda un truco final. Tiene unos 200 kilos de goma dos camuflados en su silla de ruedas, pulsa un botón y ¡¡kabuumm!! salen los dos y el castillo volando por los aires. Drácula ya es historia.

Lo dicho, ¡¡kabuumm!!

La pesadilla se acerca a su fin, tanto para los personajes como para el público. Yelas regresa, volando en forma de grajo dorado, con su madre para contarle la terrible noticia. Ahora que su padre ha muerto, Dios rescinde el contrato de súper poderes y se convierte de nuevo en un bebé que quiere teta y que reposa en los brazos de su feliz madre.

Habemus final ¿feliz?

El narrador empieza a soltar otro rollo y uno ya desesperado sale por piernas.

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