Los Ojos de Julia
España
112 minutos
Que conste que soy el primero encantado de que los productores patrios miren hacia el género de terror, que de repente mi cine favorito invada las carteleras con películas hechas aquí, con guiones y medios españoles. Pero de ahí al “todo vale”, debe haber un cierto espacio y alguien tiene que poner freno a la escalada de petardos infumables que se suben a la ola.
La película que nos ocupa, Los Ojos de Julia, nace única y exclusivamente porque en su momento funcionó El Orfanato. Es un simple intento descarado y vergonzante de repetir la fórmula, prácticamente calcarla, como si el sello “Del Toro” significara algo. Su única intención es meter borregos en el cine que, para cuando descubran la varilla candente que les acaban de colar por detrás, será demasiado tarde. Es increíble que hayan producido este guion. Una historia de miedo, no, un drama, no, una tragedia familiar, no, un thriller, no, un chiste ridículo e inverosímil que da ganas de llorar. Porque pocas películas son tan manipuladoras, tramposas y falsas como Los Ojos de Julia. De principio a fin, un insulto a la inteligencia del espectador.
Al ver Los Ojos de Julia tengo la sensación de que en ningún momento se han preocupado por conseguir un producto digno, una obra redonda, sino que su intención consistía en poner todos los ingredientes del caldo sin importar un carajo que supiera a mierda. Belén Rueda mola y la ponemos, los niños molan, dentro. La ceguera da miedo, la oscuridad también y algún susto de orquesta que nos ahorre un efecto. Para colmo metemos una paja mental sobre la gente “invisible” y a tomar viento fresco, taquillazo al canto. ¿Que no tiene pies ni cabeza? Calla, taquillazo.
En esta película Belén Rueda interpreta tres papeles: la ciega, la hermana que ve de puta madre, y la misma hermana que de repente es ciega también. Por supuesto su labor en la cinta es mostrar que como mujer mejora con los años y que como actriz elige los papeles con el culo. Espero que sólo lo segundo cambie en adelante.
Julia es una observadora astrofísica que ha perdido algo de visión por una enfermedad degenerativa, sin embargo lo que ha perdido de vista lo ha ganado de pitonisa, porque predice la muerte de su hermana a un mazo de kilómetros de distancia. Lo uno por lo otro. Ah, que los gemelos están conectados, se me olvidaba.
Sara es una ciega sin más. Y se suicida. Pero sus ojos son linternas azules que dan mucho miedo.
Así que Julia corre junto a su marido al pueblo donde reside su hermana por eso de un presentimiento. Su hermana va a ser que no puede ponerse, pero a ella se le antoja investigar el por qué de su estúpida muerte. A partir de aquí comienza la verdadera película, una cadena de clichés sin sentido que desemboca en que una hermana repite los pasos de la otra, uno por uno. Veamos cómo.
Para empezar, alguien debe explicar cómo es posible que a una mujer con un manifiesto gafe abrazado al cuello, se la deje sola tantas veces como a Belén Rueda en esta película. Rodeada de cabrones está. Y es que ya sea el marido, el policía, el vecino o su puta madre, cada tres minutos alguien dice espérame aquí y a la pobre Belén le cae un sustazo de pegar un brinco. Que yo si soy ella no me separo así me arranquen los brazos.
La mejor escena de todas: ciegas de ojos linterna que necesitan cinco minutos para oler a Julia a su lado, pero detectan al pavo que está en la otra esquina del vestuario.
Pero no, Belén no aprende y le encanta quedarse sola. Tal es su fijación por pasar miedo y su afición al masoquismo, que cuando por las cosas de los nervios le asalta el ataque de ceguera -de dos ataques en cinco años, pasamos a la oscuridad total en tres días- no permite que nadie le arrebate el sueño de pasar una temporada en una casa que no conoce y sin ver un pimiento. Vamos, lo que todos hubiéramos hecho si una venda nos tapara los ojos y un hijo de tal nos anduviera espiando. ¿Quién no quisiera disfrutar del placer de la soledad y la ceguera allí donde tu marido y tu hermana acaban de ahorcarse? Lo normal.
El caso es que entre susto y susto, Julia ha descubierto que su hermana ciega tenía un ligue y la existencia de un tipo misterioso, que puede hacerse invisible cuando le sale de los huevos. La escena en el cementerio deja claro el interés de los responsables por la coherencia. Que una cosa es pasar desapercibido y otra que no se le vea. O si no que pongan Los Ojos de Juliaen la sección de superhéroes.
Además, Julia ha conocido a la merecedora al Goya honorífico a toda una carrera, que es una viejecita con los huevazos del toro de Osborne, capaz de tomar el pelo a todo el pueblo durante la tira de años y que al final goza de un momento de gloria que ya lo quisiera Darth Vader. Luego lo vemos.
Estoy medio ciega, sola, creo que han matado a mi hermana. Voy a seguir a este buen señor que me espía por un pasillo oscuro armada con mi Blackberry.
De la manera más tonta, a la media hora de película Julia está ciega, viuda y vive sola en una casa extraña. Lo de la viudez nos da igual, porque sabemos que el marido se ventilaba a la hermana, pero toca los cojones el truco más zafio, cutre y vergonzante de la historia del cine, la ceguera de Julia consiste en que la cámara sólo enfoca a los demás personajes de cuello para abajo.
La clave de todo la tiene Chanquete, que le explica a Julia el rollo de la “gente invisible”. Sí, invisible. Tómatelo en serio.
Para aliviar un poco la estupidez de que la tonta del bote ésta se empeñe en quedarse sola, le colocan un cuidador. Y es tan patoso y estúpido el único recurso que se les ocurrió para transmitir la tensión de la ceguera, que al obcecarse en no enfocar la cara del enfermero, ellos solitos nos están diciendo lo que hay. Toda la trama se va al carajo entonces, la investigación de lo ocurrido con Sara desaparece y la última hora es un continuo esfuerzo por engañar al espectador que da bastante pereza.
De perfil, de medio lado, de espaldas, a contraluz… ¡Por Dios qué insistencia!
Partiendo de que Julia prefiera pasar el postoperatorio en la fatídica casa de Sara, a expensas de un tipo que la persigue y todo eso, en lugar de en su puta casa, vamos a creernos que el hospital no tiene ningún control sobre los cuidadores que reparte por ahí, y de paso también que nadie echa de menos al que ha desaparecido. Lo que resulta difícil es comerse una hora de terror evidente y previsible, ahítos del ridículo truco de cámara, sin que se nos revuelvan las tripas. Y es que la ceguera selectiva de Julia canta que da gusto.
¿Y lo rápido que se aprende la casa de su hermana? ¿Y lo bien que se maneja ciega? ¡Sentido arácnido!
Para no terminar demasiado rápido la película, nos meten un rato de pistas falsas con el tontaco del vecino –tú estás muy buena y papá está muy solo, con dos pelotas y un palito-, aunque a este sí se le ve la cara, y con unos supuestos ataques en casa que luego veremos que no tenían sentido alguno tampoco. Y por fin, con cansancio y más de una mirada al reloj, tenemos a Julia en casa del enfermero, que llevándola allí demuestra que además de invisible es retrasado profundo.
Y para colmo la niña. Qué personaje. El Mal en sí mismo, la mayor hija de puta.
La niña lo sabe todo. Sabe quién es el malo, sabe lo que hace, lo que le pasó a Sara, lo que va a hacerle a Julia… Se cuela en las casas como le sale del higo, que parece Spider-Man con sobrepeso, y encima ha estudiado hasta primero de Matrix. En lugar de avisar y dar la alarma -se ve que no entiende el concepto “teléfono”-, se pilla un cuchillo y se cree un samurai con katana. Empalada.
Aquí yo ya no era capaz de dejar de retorcerme. ¡Qué escozor! ¿Cómo me voy a creer que la jodía niña sepa lo que hay desde rato antes y no diga nada, ni a Julia ni a la policía? ¡Es absurdo, imposible, incoherente! Y el empeño del director por metérnosla doblada ¡duele!
Y entonces, para rematarlo, Julia se quita la venda. Así, a lo vivo. Sin apagar la luz ni nada. El final es de traca. Todavía me pregunto por qué el enfermero-fotógrafo-psicópata-estúpido guarda los cuerpos en un congelador, no sé si tiene algún sentido. Que se trague la actuación de Julia no es más que otro ladrillo en el muro de mierda aburrida que director y guionista están construyendo desde hace dos horas.
No pude evitar recordar a Isabel Gemio en esta escena: “Acompáñame, una noche más…”
Pues nada, a correr. Y llegamos al clímax final. La explicación de por qué hace lo que hace, ese momento ¡no me miréis que soy invisible! que dan ganas de darle al chaval una bofetada de padre. Pero sobre todo, por encima de cualquier otro enema que jamás puedan poneros en vuestra vida, quiero que si algún día os duele bien dentro recordéis que se debe, os lo aseguro, al instante en que la madre del pavo descubre que ni es ciega ni mierdas. Yo soy tu padre.
En tus ojos veo el universo. Prefiero que seáis vosotros quienes habléis de esta escena en la zona de Comentarios.
Porque yo… uaggg, puagggg, arrgggghhh
En fin. Qué bien se nos da a los españoles el marketing, la promoción y el autobombo. O lo que es lo mismo, qué gilipollas somos.