Cherez ternii k zvyozdam
URSS
90 minutos
AVISO: Aunque parezca que os lo destripo todo todito todo como un hijo de puta, en realidad no es así porque a la mierdosa edición de vídeo que poseo de esta película algún desgraciado le decidió recortar como media hora de metraje aproximadamente, aún así el final os lo jodo igual pero, ¿qué mas dá? Si no la vais a ver jamás…
Amigos de lo rancio, hoy estáis de enhorabuena, os vais a poner las botas. De un tiempo a esta parte vengo pensando que las casualidades no existen, y que las señales abundan a nuestro alrededor, sólo hay que saber leerlas. Cuando una mañana hace algunos años curioseando por el mercado de San Antonio de Barcelona vi un puesto con un letrero de cartón que rezaba “VIDIOS A 100 PETAS” (textual, lo juro) supe que valía la pena mancharse los dedos de mugre y rebuscar un poquito. Jamás me imaginé la joya que estaba a punto de encontrar. Hoy la tenéis aquí.
Desde la madre Rusia y envuelta en un turbador halo de misterio (y en una manta eléctrica porque en Rusia hace un frío de cojones), os traigo una epopeya hippie-ecologista-galáctica-soviética, llamada a rivalizar con las grandes obras maestras del cine turco, y es que el cine de la Europa del Este es otro mundo. Tiene… no sé, un sabor especial. Un sabor a mierda… pero a mierda especial. Quien haya visto Guardianes de la Noche sabrá a qué me refiero. Los rusos se fuman algo antes de hacer una película. No se qué, pero algo se fuman. Porque si algo define al cine ruso es el concepto “puro mental”. ‘Solaris’, ‘Stalker’, ‘Anastasia’, el Osito Misha… ¿Qué cojones pasa en Europa del Este? Analicémoslo:
Para empezar hay que entender que la narrativa de las películas rusas es de por sí desquiciante. Si a eso le añadimos las animaladas que puede hacer una empresa de distribución de películas directas a vídeo en España con una cinta original cualquiera, nos podemos encontrar con que, cuando nos alquilamos esa película de nombre inquietante que tanto nos llama la atención desde la estantería y nos disponemos a verla esperando asomarnos a las curiosidades del cine siberiano; en realidad estamos pagando por pasteurizar nuestro cerebro por vía retinal y auditiva. Y si la peli va de humanoides ya puedes empezar a bajarte los pantalones porque, como dijo aquel sabio “te vas a cagar”.
Entremos en materia, de forma lo más indolora posible. ¿De qué va esta mierda? Es difícil de explicar. Examinemos la carátula en busca de información:
Si, ya lo sé: SE HAN QUEDADO A GUSTO LOS MUY HIJOS DE PUTA. Es la mierda más grande que jamás adornó una caja de VHS. Poco podemos sacar en claro de aquí salvo que en algún lugar de la Península Ibérica en algún momento de la historia alguien decidió poner a un orangután con atrofia cerebral a maquetar portadas de bodrios rusos supongo que al grito de “¡jodeos rojos de mierda!“. En fin, para no extenderme, como reza la sinopsis de la parte posterior: “Un extraño personaje llega a nuestra civilización. Ella no es humana ¿Qué puede suceder?” La respuesta a esta estúpida pregunta la encontraréis en el siguiente texto.
Con ese careto, nada bueno, seguro…
La espectacular odisea rusa da comienzo con el hallazgo de una nave alienígena escacharrada, flotando en medio del puto espacio; por parte de otra nave, procedente de la Tierra. A bordo de la nave terrestre viaja Sergei, “especialista en contactos espaciales” y protagonista de la película, al que, a los pocos segundos, vemos acompañado de un par de tíos más (o tres, es difícil decirlo), ataviados todos con trajes de astronauta, y entrando en la nave extraterrestre a través de un enorme boquete del casco. El interior de la nave resulta ser una piscina llena de agua sucísima, de color verde oscuro, al parecer a causa de un número indeterminado de cadáveres de plástico que flotan en ella.
Toda la secuencia está aderezada con unos horrendos pitidos, a modo de insufrible e idiotizante banda sonora. Estos pitidos se repetirán a discreción a lo largo de toda la película, destrozándonos los oídos sin piedad. Los muñecos-cadáver, además de “ser clones” son de “humanoides, sin duda” según Sergei que, recordemos, es el experto en estos menesteres. Entre tanta podredumbre, los rescatadores rusos descubren a alguien vivo. Se trata de una tipa que ha sobrevivido a la inundación al estar embutida en un extraño traje de submarinista ruso.
“En Rusia las inundaciones nos la sudan, porque cada ruso está equipado para sobrevivir días enteros bajo el agua”
Acto seguido presenciamos una especie de reunión de “expertos” donde una señora cabrona llamada Nadiuska (que tiene algún tipo de parentesco con Sergei, como pronto veremos, aunque no sé cuál), argumenta que “los humanoides son un peligro”. Se refiere, claro está, a la individua que acaban de rescatar de la nave espachurrada. Tiene lugar entonces el siguiente diálogo:
Sergei: -El contacto es una comunicación bilateral (ojo al dato)
Nadiuska: – ¿Has olvidado nuestras responsabilidades?
Sergei: -No las he olvidado, pero no puedo olvidar nuestra responsabilidad con ella (y el tío se queda tan ancho, sí señor).
El caso es que Sergei encaloma por todo el morro a la interfecta en su queli pese a la reticencia de la tal Nadiuska. Esta resulta ser un chalet de puta madre con un jardín donde los patos y otros bichejos campan a sus anchas, donde suena el mismo sample de trinar de pájaros una y otra vez (cuando están dentro de la casa también), y donde la familia de Sergei se pasea en albornoz y goza de todas las comodidades, incluyendo el servicio de un robot-armario-microondas llamado Hessel, que se desplaza por medio de botacas de esas acolchadas para la nieve y colecciona autógrafos de gente desconocida (fuera de Rusia).
Los japoneses han inventado un estúpido robot que baila la Macarena, los rusos tenemos uno que juega al tenis
Nada más llegar, Niya comienza a comportarse tal y como se espera de cualquier humanoide que se precie, es decir, haciendo el gilipollas. La primera parida la hace al ver la hierba del jardín:
Según Sergei, se comporta así porque “nunca ha visto la hierba”. Por lo visto tampoco ha visto en su vida un puta silla, pues instantes después hace esto:
En los siguientes días la Humanoide se dedica a integrarse en la estúpida familia practicando diversas actividades bochornosas como tocar el arpa:
Y dad gracias a que no puede llevar el arpa a cuestas o la tendríamos todo el puto día tocando los cojones como el niño de ‘El tambor de Hojalata’
Provocar diversos destrozos en la casa con ayuda de sus estúpidos poderes, y ocultarse después en el interior de un traje de buzo del año de la castaña para no recibir represalias:
“¿De qué os reís? si es un escondite cojonudo…cerdos capitalistas…”
Probarse pelucas ridículas y ser objeto de las burlas de toda la familia:
Como lo de esconderse en el traje de buzo no funciona, ahora prueba a disfrazarse, como el Solitario
Dar volteretas por el campo en compañía del hijo de Sergei, que es un gilipollas llamado Stefan:
Como es obvio que la tipa es un poquito marciana, y que además no se expresa demasiado claramente, para averiguar su origen Sergei y Nadiuska se dedican a mostrar a Niya imágenes supuestamente de otros planetas, a ver si puede decirles de dónde cojones ha salido. Dichas imágenes son unos tristes y pobres vídeos de mierda del National Geographic donde se ven imágenes de la Antártida y del Vesubio (sí, es lamentable). Niya se limita a decir “no, ese no es mi planeta” sin aportar más datos. Al parecer a la interfecta le han borrado la memoria, aunque sí recuerda “a su padre, hermanas y hermanos”.
“A ver si con una hostia en todo el cogote te acuerdas de dónde vienes jodía…”
A la mañana siguiente, la abuela de Stefan está jugando a palmas palmitas con Niya. De pronto a Stefan le da por sacar una sandía de una mochila y ponerse a hacer el subnormal con ella. Sin previo aviso se la arroja a Niya y ella la detiene en el aire con un despollante gesto, dejándola después caer al suelo donde revienta poniendo perdido el parquet. Pero de inmediato llega Hessel, el robot de los patucos (aunque misteriosamente en esta secuencia se desplaza mediante ruedecitas de estufa de butano), echando pestes de la guarrada que acaban de perpetrar Niya y el imbécil de Stefan. Rezongando, el robot aspira los restos de fruta del suelo almacenándolos en el interior de sus robóticas tripas, y después de esto sale de la casa andando otra vez sobre sus patucos.
Como consecuencia de su aberrante y poco tranquilizadora conducta, Niya es sometida a humillantes y subnormales “pruebas psicomotrices” por Nadiuska:
Y entonces llega el amor…
“Amar significa no tener que decir nunca Cerdo Capitalista”
Un paseo por la playa, un chapuzón, una frase estúpida (“Nadie puede vivir en el agua”), un teletransporte fugaz… Y Stefan se encoña perdidamente de la mema extraterrestre, lo que desembocará en el final más palurdo visto en años. Pero no adelantemos acontecimientos. El caso es que tanto tiempo libre no podía ser bueno. La humanoide comienza a tener extrañas visiones de tiempos pasados, en las que un viejo capullo les suelta un rollo macareno a Niya y sus congéneres, diciendo algo sobre que “en cada uno de sus cerebros hay un centro para la obediencia” y sobre que “serán advertidos de los desastres”. Nadiuska por su parte también descubre que a la humanoide le han insertado alguna zarandaja en el coco, gracias a sus subnormales pruebas.
“En el resto de Europa los niños comen esa mierdecilla de Conguitos Blancos, aqui en Rusia tenemos los Congazos”
Esta dramática experiencia regresiva conmueve a Sergei, que se arrodilla ante su amada y se declara con una frase estelar (apunten, señores del Instituto de la Mujer):
“Tú no eres peor que cualquiera de nosotros. Todos tenemos nuestros fallos, algunos hemos perdido un brazo o una pierna o no tenemos sentido del humor; y tú simplemente tienes un buen sentido de la obediencia, serias la esposa ideal, ¡la Mujer perfecta!”
Pero los tabardillos y yuyus regresivos de la Humanoide no terminan aquí. Instantes después Sergei recibe una llamada telefónica. Los del voluntariado requieren la ayuda de la abuela en un gueto mugriento y tercermundista, situado junto a un río, de ahí que se llame “Gueto del río” (en ruso “Guetovska del Rioschov”). Tras ayudar a la vieja a asistir en el parto a una pordiosera, Niya, ataviada con otra moderna peluca y en compañía de un moro con bigote, se dedica a pulular por una especie de catacumbas que hay allí, donde se están realizando excavaciones arqueológicas. Es en este absurdo escenario donde la humanoide tiene su segundo yuyu:
“Creo que me he equivocado, esta no es la peluca de pensar, es la peluca de flipar”
En el que el viejo capullo sigue soltando frases subnormalizantes a los parientes de la Humanoide, como “tenéis una misión” y “sois sacrificados en nombre del planeta Desierto” (no confundir con “planeta Puto Desierto”). De toda esta diarrea mental se supone que hemos de deducir que la Humanoide es la última superviviente de un grupo de ecologistas clónicos dedicados a la salvación del planeta Desierto, creados por el susodicho viejo capullo; con lo que se empieza a ver de qué palo va la peliculita de los huevos: de manifiesto ecológico. ¿Veis lo que os decía de que la narrativa de las pelis rusas es para caerse de culo? Pero no nos desviemos del asunto…
De golpe y porrazo, empiezan los problemas: en el centro galáctico de los cojones donde trabaja Sergei reciben la desesperada llamada de auxilio de un gilipollas del planeta Desierto (¡oh casualidad mega-casual!) donde por lo visto la cosa está jodida. Rápidamente se organiza una expedición de rescate, comandada por un tal Eric, su subordinado Victor y una serie de personajes secundarios cuyo nombre desconozco a excepción del memo Stefan y la cabrona Nadiuska.
Los Thunderbirds rusos
Además, entre la tripulación se encuentra el increíble robot hinchable:
El Michelin ruso
El cual se activa al hincharse mediante una válvula similar a la de las colchonetas de playa:
Con ellos también va el gilipollas procedente del planeta Desierto que, aunque tiene cara de malo y actúa de forma hosca y desagradable, en realidad es un aliado que siente un extraño aprecio por Niya, como pronto se verá.
“No te asustes cordera, si en realidad soy un mimosín… “
Niya no está designada entre la tripulación de la misión, pero por supuesto se apunta al viaje por la cara colándose en la bodega de la nave (ya que de lo contrario la película se llamaría “Rusos en el espacio” en vez de ‘La Humanoide’); y lo hace a su estilo inimitable:
En cuanto la nave despega, Niya sufre las consecuencias de la terrible “fuerza G”:
Una vez alcanzada la velocidad de crucero, la Humanoide deja de hacer el imbécil y se presenta en la cabina de pilotos, consciente de que esto no es como el autobús, donde si te cuelas te echan a patadas (además de hacerte pagar una buena multa). Su presencia provoca estúpidas conversaciones entre los personajes sobre los recuerdos que pueblan la mente de Niya; conversaciones que quedan interrumpidas cuando aparece en el radar la nave destruida del principio de la película, en la que viajaban Niya y sus congéneres. Como era de esperar, a la Humanoide le da otro yuyu y se teletransporta al instante al inseguro navío fantasma, y como la muy subnormal va sin traje de buzo, pues claro, se desmaya al hallarse sumergida súbitamente en la piscina de agua sucia; obligando a Eric y a sus amigotes a volverla a rescatar. Tras reanimarla en la enfermería, Niya espeta otra de sus chifladuras sin venir a cuento: “Ahora soy libre” (¡pues mira qué bien!).
Mientras Niya se recupera de su desmayo en la enfermería, de la que no para de entrar y salir gente sin razón aparente; el robot acolchado entra en una sala, apaga un interruptor y vuelve a salir. Aparte de este trascendente acontecimiento, Nadiuska parece revelar sus deseos lésbicos hacia el turbador sex-appeal de la Humanoide, haciéndose la simpática de forma apabullante con frases como “lamento que no hayamos podido ser mejores amigas en la Tierra”.
¿Quieres que te haga más pruebas, cariño?
Sin embargo esta acaramelada situación se ve truncada por una contingencia inesperada. Por lo visto hay un planeta llamado “Celeste” (ya sabéis, Celeste no es un color, es un planeta) que está a punto de irse a tomar por culo y reclama la ayuda de los “expertos en salvación de planetas”. Pero como dije antes, el planeta Celeste está A PUNTO de irse a tomar por culo. Tan a punto, que apenas lo sintonizan con la tele del cuadro de mandos de la nave, el planeta explota. Por suerte el mando central informa a Eric (que en ese momento tiene un gran disgusto, pese a las reconfortantes palabras de Nadiuska) de que puede estar tranquilo porque “han enviado naves de salvamento” (¿?).
Tras esta ridícula incidencia, la nave de salvamento llega por fin al planeta Desierto de los cojones, que es un lugar roñoso, iluminado con un filtro amarillo, donde la gente vive en decorados feísimos y llevan máscaras antigás de la Primera Guerra Mundial. También existen unas catacumbas rancias bajo tierra, donde subsisten unos atontados pordioseros que ocultan sus rostros deformes con caretas de teatro del año de la pampaleta.
Que noooo, ¡que no queremos retratar la tragedia de Chernobyl!…¿de dónde habéis sacado esa estúpida idea? cerdos capitalistas…
También bajo tierra habita el malo malísimo de este zurullo fílmico, un enano feo y coñón llamado Turanchoks (pronúnciese “Tolranchúcs”) y sus putos esbirros, entre los que destaca uno que parece un simio, que por lo visto dedican su tiempo a enmierdar el planeta Desierto echando excrementos y productos químicos al agua y a la atmósfera (como Endesa más o menos). Turanchoks y sus súbditos se quejan y despotrican porque los terrícolas han venido a limpiar su mierda, de la que se sienten tan orgullosos, e intentan trazar un plan para echarlos de allí con los pies por delante.
En Rusia los enanos feos son más enanos y más feos que en el resto del mundo
Tras hinchar al robot acolchado, el equipo de Eric pone en marcha la “operación aspiradora”. Dicho y hecho, el platillo volante de nuestros amigos (es un decir) protagonistas, comienza a succionar toda la porquería del planeta Desierto, mediante un artefacto tubular que haría las delicias del guionista de Mi amigo Mac. Tras apenas un par de minutos, el planeta Desierto queda como los chorros del oro, el cielo está azul radiante y, de improviso, empieza a llover. Joder, eso es eficiencia y no la mierda de los ecoparques que no utiliza ni el que los inventó, ¡Aprende Al Gore, esto es ecologismo y no tu mierda de documental!….cerdo capitalista….
Pero no todo es felicidad. El éxito arrollador de la operación Aspiradora le causa una depre a Niya, que de pronto se da cuenta de que “está sola” y de que “su creación ya no tiene sentido” porque el planeta está limpio como una patena. Tampoco está muy alegre el enano Turanchoks, al que todo esto le hincha mucho los cojones. De inmediato ordena a sus súdbitos que vayan a echar más mierda al estanque de las catacumbas, y que luego les intenten vender la moto a los tíos de las caretas diciéndoles que todo es culpa de los terráqueos. Pero Niya, que vagabundea por allí les espeta a los pobres palurdos enmascarados que no se crean las sucias mentiras de los secuaces del puto enano. Esto provoca que uno de ellos le pegue cuatro tiros a la chivata, que se los esquiva tan ricamente gracias a su despollante poder de teletransportación:
Niya escapa de allí y vuelve a la nave mientras los malosos maquinan alguna trastada en su guarida. Al gilipollas habitante del planeta Desierto que vino en la nave de Sergei le entra la vena defensora y, pensando que un puto enano como Turanchoks no supone mucho peligro, empieza a vacilarle amenazando con ponerse violento si no deja en paz a Niya. Turanchoks lo manda a la mierda y el muy abusa-enanos se pone a pegarle, pero no cuenta con el esbirro con cara de orangután que se encuentra a su espalda, y que le apuñala vilmente.
El viejo proberbio ruso puesto en práctica: ¿Para qué cojones vas a utilizar una pistola láser o alguna otra arma futurista cuando una buena puñalada en el espinazo funciona igual y es más barata?
Tras esto, el esbirro echa el cadáver al pasillo sin preocuparse más por él, lo que constituye un craso error. Porque en el mundo de la Humanoide cualquier cosa puede suceder, y lo que sucede es que el tío de pelo blanco que se aparecía en las visiones de Niya se aparece ahora en el pasillo de la guarida de Turanchoks, resucita al gilipollas y le muestra cómo activar mentalmente a un estúpido ser llamado “Biomasa” (que en realidad es un enorme montón de espuma de extintor que se agita con el aire de un ventilador, y que se halla “encerrada” en una habitación subterránea de la base de los malos), para que mate a Turanchoks y acabe ya con toda esta mierda.
La fiesta de la espuma rusa
El robot acolchado detecta este pavoroso fenómeno y lo comunica a la tripulación (“recibo señales agresivas negativas”). Niya, entretanto, se planta en el cuartel de Turanchoks y le intenta hacer en toda la cara un poder de los suyos, pero fracasa estrepitosamente, tras lo que Turanchoks la engaña como a un chino con su oportunísimo poder hipnótico y le da un artefacto que parece un reloj Casio, pero que en realidad es una bomba para que Niya se la lleve a la nave de los terráqueos y así todos ellos se vayan a tomar por el saco, no sin antes manosearla aprovechando que está idiotizada.
Mientras Niya camina con un inquietante rictus en el jeto llevando la destrucción a sus amigos, el robot hinchable, que parece aburrirse mucho, se enfrenta a la biomasa, y como era de esperar sale escaldado. La biomasa se extiende por la guarida de los malos arrastrándolo todo a su paso. Mientras pasa esto, uno de los malosos se finiquita a Nadiuska (que ya sobraba, todo hay que decirlo) cuando esta descubre lo de la bomba que lleva Niya en su muñeca y la neutraliza, con lo que Niya se pone a llorar a moco tendido al ver morir a “su amiga especial”.
“¡¡¡Nooooo!!!, ¿quien me hará ahora las pruebas psicomotrices?”
Entonces llega por fin el clímax final de la película. La puta espuma de extintor termina invadiendo toda la guarida de Turanchoks acabando con él y con su pandilla de subnormales, y amenaza con hacer lo propio con todo el planeta Desierto. Pero Niya utiliza su poder ayudada por Eric Stefan y Victor, que por lo visto también tienen poderes (¿?). Esto provoca la siguiente subnormalada:
Gracias a… eso que acabáis de ver, el planeta se llena de florecitas y pajaritos que cantan, y es momento de que los terráqueos soviéticos se larguen de allí de una puta vez, aunque Niya debe quedarse, porque pertenece a aquel rancio lugar. Los últimos planos de la película nos muestran a Niya y al puto gato (ah ¿que no lo he mencionado?, pues sí, hay un gato por ahí pululando) en medio del prado floreado con mirada autista, y el careto de zoquete empanado de Stefan, para simbolizar la triste despedida que da fin a esa gloriosa historia de amor de pacotilla que acabamos de vivir.
Sí, el “fin” está escrito en inglés, ahora os lo explico…
Por supuesto, ni créditos finales ni nada, menudos son los rusos, y menudo es el que hizo la copia a VHS. Hay que decir también que aumenta la confusión en gran medida el que los créditos de esta mierdo-edición estén en inglés. Así, aunque el título real del filme es ese que está arriba en la ficha, lo que aquí vemos al principio es un rótulo donde pone “humanoid woman”. Y es que se trata de un montaje americano con 30 minutos menos y donde cambian el nombre de los directores (de uno de ellos, al otro lo ignoran vilmente) y así, “Richard Viktorov” pasa a llamarse “Richard Victor”. Y para acabar de rematarlo, los mamonazos que hicieron la edición española se quedaron a gusto poniendo esto, al inicio de la cinta:
¡Si señor, no solo la autorizan sino que recomiendan a todo el mundo que vea esta obra maestra!
Siendo sincero, yo también os la recomiendo encarecidamente. No llega a la exquisitez del cine turco pero que no se diga que no lo intentan… El nivel de sentido del ridículo que demuestran los amigos (o mejor dicho, camaradas) rusos es prácticamente igual que el de los turcos: INEXISTENTE. Robots hinchables, espuma de extintor, sandías espachurradas, un enano tocapelotas que se llama Turanchoks… ¿se le puede pedir más a la vida? Bueno sí, saber qué se meten los rusos para expandir así sus mentes…
¡Cocainum!